10/10/2023
Uno de mis favoritos
UNOS HUEVOS QUE PODRÍAN HABER COSTADO UNOS AZOTES
En la Sevilla de finales del siglo XVI, un pastelero vendió 2 huevos a la cocina del Palacio Arzobispal.
Los vendió a 16 maravedíes aunque su precio era de 5 según las tasas públicas fijadas por el Asistente de la ciudad (cargo equivalente a Alcalde), Francisco Arias de Bovadilla, Conde de Puñonrostro.
Cuando Puñonrostro se enteró de la venta fraudulenta, ordenó azotarlo en público.
Al conocerse el castigo, un amigo del pastelero corrió al Palacio Arzobispal y logró que interveniera el Arzobispo de Sevilla, el Cardenal Rodrigo de Castro.
Las crónicas cuentan así los hechos:
"Pudo tanto ese ruego con el ilustrísimo Cardenal, que salió a la ventana de la plazuela y habló con el Conde y le rogó, que por ser los huevos para él, se le perdonase por esta vez la pena. El Conde respondió que por mandato de su Señoría Ilustrísima le perdonaba los azotes y que diese 50 ducados para los pobres de la cárcel. Dióle muchas gracias el Ilustrísimo Cardenal por ello y así se libró el señor pastelero."
Curioso suceso donde no deja de sorprender la férrea observancia del Asistente de las normas que imponía, la picaresca del pastelero, el gran favor que le hizo su amigo y ese momento del Arzobispo asomado al balcón vociferando con el Asistente. A lo mejor temía quedarse sin almuerzo... o sin postre.
Este suceso se conoció en toda Sevilla y el pueblo sevillano lo narraba con esta coplilla:
Eso sí, cuerpo de Dios
bien haya el nuevo asistente,
pues hace guardar las tasas
a toda suerte de gente.
El pastelero lo diga,
que a fe que puediera verse,
que en tener amo al alcalde
probó a que sabe el rebenque. [látigo]
Mil años vivas, Conde
que vive Dios, que el de Essex
no fue tan temido en Cádiz (*)
como tú en Sevilla eres.
Esto dijo un pobre hidalgo
tomando la cuenta un viernes,
porque su gasto ordinario,
montó menos que otras veces.
(*) En 1596, durante la Guerra anglo-española, Cádiz sufrió un ataque por parte de las tropas del conde de Essex, Robert Devereux, entre otras.
Quizá todavía se oyese en 1618 cuando el joven Diego Velázquez de 19 años (nacido en 1599, año en que estaba de Asistente Puñonrostro), pintaba en su casa de la Alameda, su magistral Vieja friendo huevos.